El Barcelona necesitó la llave de Raphinha para abrir un partido contra Osasuna que se le había ido espesando con el paso de los minutos. Un disparo seco, desde fuera del área, del brasileño, jugando por dentro, con menos peso en el equipo, pero ocupando un territorio que hasta entonces Osasuna había blindado con disciplina y paciencia. El Barça ganó porque insistió, pero sobre todo porque su goleador encontró una grieta donde antes solo había un muro.

Osasuna, muy ordenado

El equipo de Lisci se agrupó con orden, cerró líneas interiores y aceptó vivir lejos del área de Sergio Herrera , confiando en castigar cualquier error con la velocidad de Víctor Muñoz y la presencia constante de Budimir. Desde el inicio, el Barcelona asumió el mando, monopolizó la posesión y se instaló en campo

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