A cinco años de aquella histórica jornada en que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró a los Palmeros de Venezuela Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, la tradición de fe y ecología que ancla al pueblo no solo respira, sino que se ha fortalecido como un juramento sagrado con la identidad y las generaciones que heredarán la tierra.
Los honores, que brillan sobre los Palmeros de Chacao (Miranda), La Asunción y del Valle del Espíritu Santo (Nueva Esparta), son más que un reconocimiento: son el ancla de una fe ancestral y el testimonio vivo de una labor ecologista vital para la majestuosa Cordillera de la Costa.
Latido biocultural: Un compromiso para la eternidad
Con un sentimiento que brota de la montaña misma, el secr

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