Si los pronósticos de las encuestas se cumplen, Chile elegirá este domingo al primer presidente de ultraderecha desde el retorno a la democracia. José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, llega como favorito según todos los sondeos, por delante de la candidata progresista, la exministra Jeannette Jara, quien ganó la primera vuelta con el 26%, al frente de la coalición más amplia de la historia del país, pero con escasas posibilidades de suceder a Gabriel Boric, que dejará La Moneda el próximo 11 de marzo.

Kast, que intenta por tercera vez llegar a la presidencia y quedó segundo en noviembre con el 23,9% de votos, superaría ahora el 50% gracias al apoyo de la extrema derecha más radical del excandidato Johannes Kaiser y de la derecha tradicional de Evelyn Matthei, que, tras quedar en cuarto y quinto lugar en la primera vuelta, se apresuraron a respaldar al ultraconservador. Aunque el traspaso de votos nunca es exacto, el escenario para Jara es complejo: solo puede intentar captar los indecisos del populista de derecha Franco Parisi, tercero con el 19% de votos.

Todos los expertos coinciden en que el escenario es muy favorable para Kast, exdiputado de la derecha tradicional más conservadora que abandonó para fundar su propio partido , más radical. Creen que será difícil que Jara logre revertir el llamado “péndulo chileno”, una tendencia que se repite desde 2006 basada en que ningún mandatario chileno ha entregado la banda presidencial a un sucesor del mismo signo político.

Orden público y migración, en terreno de la derecha

La recta final de la campaña presidencial –en la que ambos candidatos han ido escalando la confrontación– ha mantenido el foco en la seguridad, el orden público y el control migratorio, que la ciudadanía sitúa como sus principales preocupaciones.

Los dos candidatos están peleando la misma agenda

Claudia Heiss Red de Politólogas

“La derecha tiene la primera opción de ganar cuando la discusión se juega en esos temas”, dice a elDiario.es el analista Cristóbal Bellolio, de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez. Según él, “ha sido la campaña menos woke (algo así como progre) posible”. Para Claudia Heiss, de la Red de Politólogas, “los dos candidatos están peleando la misma agenda”.

Pese a su histórica militancia en el Partido Comunista chileno (PC), que aseguró que suspendería en caso de ser electa como señal de “amplitud”, Jara “no ha hecho una campaña de bandera roja, el martillo y la hoz, ni de la bandera verde del feminismo, ni de la diversidad sexual”, afirma Bellolio, quien sostiene que Boric, en 2021, “estaba mucho más a la izquierda”.  

Las anteriores elecciones, en las que Kast ganó la primera vuelta, “estuvieron muy marcadas por la agenda del estallido social, de la sensación de abusos, de la colusión, de las demandas sociales”, recuerda Heiss. 

Tras el fracaso de los dos procesos constituyentes de 2022 y 2023 –el primero liderado por la izquierda e independientes y el segundo por la ultraderecha de Kast– la mayor ola de protestas desde la democracia fue “estigmatizada” y marcada como un “momento de delincuencia y destrucción”, dice la politóloga. “Se construyó un relato que vinculó el estallido social con la crisis posterior de la pandemia, la economía y la delincuencia”, agrega. La alternativa que se intentó construir –dice– “no prosperó” y en su lugar se consolidó “una mirada mucho más conservadora y preocupada de la estabilidad y la seguridad”. 

Dos supuestos extremos “moderados”

Si Jara optó por jugar en el terreno de la derecha y mostrar firmeza en materia de seguridad, Kast trató de evitar los temas de la llamada “batalla cultural”, como el aborto o la eutanasia, y eludió hablar de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) pese a su historia familiar y política. Su hermano fue ministro del dictador y él apoyó la continuidad del régimen en el plebiscito de 1988. Durante su trayectoria política, ha defendido en varias ocasiones el legado neoliberal del pinochetismo.

Foto de archivo de la candidata presidencial Jeanette Jara.

“Kast no ha mencionado los temas más disruptivos para él porque en la elección pasada le quitaron votos”, apunta Heiss. 

Para Bellolio, ambos candidatos “se han moderado”. En su opinión, hoy existe una “polarización afectiva,” pero no necesariamente “ideológica o programática”, y hay “mayor convergencia entre las dos candidaturas pese a venir de las antípodas”.

¿Protagonismo de nulos y blancos?

Una de las grandes incógnitas de esta cita electoral es el voto nulo o blanco, que podría marcar un récord en la historia electoral del país. Parisi llamó a apostar por una de estas dos opciones tras una polémica consulta a su militancia.

Aunque Chile tiene una baja tendencia al nulo o blanco, la obligatoriedad del voto –que se aplica por primera vez en una segunda vuelta presidencial– elimina la abstención como posible respuesta para el votante desencantado. 

“Es una apuesta arriesgada porque, si los votos nulos o blancos son menores de lo esperado, estaríamos ante un electorado que no obedece a su líder natural”, apunta el sociólogo y politólogo de la Universidad de Chile Octavio Avendaño.

“Derechización de la derecha”

Una victoria de Kast modificaría el mapa de alianzas regionales con la Argentina de Javier Milei y Chile como principales polos de la extrema derecha en Sudamérica, alineados con El Salvador de Nayib Bukele y Donald Trump en Estados Unidos, dispuesto a restaurar su dominio regional tras años de desinterés.  

Para la directora del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Dorotea López, la gran pregunta es “cómo ambos candidatos se posicionarán frente a Estados Unidos y China”, un asunto poco presente en la campaña y que, afirma, “no es evidente en ninguna de sus agendas”.

Son los votantes del sector de la derecha quienes se están moviendo hacia el extremo porque la aparición de una ultraderecha más dura radicaliza las posturas

Cristóbal Rovira Politólogo de la Universidad Católica de Chile

A su juicio, el posible triunfo de Kast se relaciona más con un “castigo” del electorado por el “descontento socioeconómico acumulado, expectativas incumplidas, inseguridad ciudadana o crisis migratorias” que con una “derechización” de Latinoamérica. Cree que se han visto ejemplos similares con el peronismo y Milei en Argentina, el uribismo y Petro en Colombia, o con los procesos de continuidad que han vivido México o El Salvador.

Para Cristóbal Rovira, politólogo de la Universidad Católica, hay una “derechización de la derecha” empujada por la competencia interna: “Son los votantes de ese sector quienes se están moviendo hacia el extremo porque la aparición de una ultraderecha más dura radicaliza las posturas”, dice el experto en este espectro político.

Congreso fragmentado

Uno de los desafíos para el próximo presidente o presidenta será lidiar con un Congreso muy fragmentado y con mayoría de derecha, aunque insuficiente como para evitar negociaciones.

“Ni la izquierda ni la derecha tienen una mayoría aplastante para pasar la aplanadora a la otra”, señala Heiss. Ante un gobierno de extrema derecha que “quizá quiera imponer algunas medidas radicales”, el Parlamento podría actuar “como un factor moderador”, vaticina. Sin embargo, la alta presencia de independientes, la fragmentación y la indisciplina partidaria hacen que las votaciones sean difíciles de anticipar.

El nuevo Congreso asumirá sus funciones en marzo, el mismo día en que lo hará quien sea electo en los comicios de este domingo.