Quienes conocen a la excepcional artista Licel Chardón saben que en cada rincón de su casa-taller se respira arte y solemnidad. Que allí, a donde quiera que se plante la mirada, la conciencia irremediablemente evocará a los muros y nichos de una iglesia atemporal.

Porque en ese santuario llamado hogar, Licel ha creado un altar personal, uno impregnado de piezas irrepetibles de su autoría, de su maestría, que gestaron sus raíces en memorias sagradas del pasado y se han materializado entre sus manos con el don de la alquimia, con su devoción creativa e incesante.

Autodidacta y especializada en obras de arte sacro contemporáneo, Licel se ha consagrado como intérprete la imaginería religiosa, como creadora de impecables instalaciones coronadas por vírgenes, santas y santos, que cautivan la c

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