Paco Aguado

Madrid, 7 jun (EFE).- El último festejo del abono de San Isidro -vigésimo sexto de la secuencia a falta de la Beneficencia de mañana y de la corrida In memoriam del día 15- se desarrolló con una palpable tensión en el ruedo y el los tendidos, donde, entre gritos y barullos, no se llegaron a valorar algunos esfuerzos de los toreros ante los más complejos ejemplares de la corrida de Adolfo Martín.

Ese desajuste sucedió, por ejemplo, en las dos faenas de Antonio Ferrera, que, con capote y muleta pero no con la espada, hizo todo un despliegue de maestría para llevar perfectamente ordenada la lidia de un primero soso y sin empuje y un sobrero de Martín Lorca bastote y descastado.

Al que abrió plaza, al que sacó a los medios para brindárselo a Fernando Robleño en un bello gesto de

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