Es probable que alguna vez hayas utilizado Airbnb, una de las plataformas de alquiler vacacional más populares del mundo. Según los últimos datos disponibles, más de 5.200 pueblos y ciudades de España reciben viajeros a través de este servicio.
Cada vez hay más oferta dentro de la aplicación y, aunque muchos de los alojamientos son gestionados por inmobiliarias o empresas, todavía quedan abundantes anfitriones particulares. Normalmente, en el imaginario colectivo, son ellos ‘el malo de la peli’ y los que reciben las quejas, pero un caso que se ha hecho viral este verano da la vuelta a los papeles: la dueña de un piso de alquiler temporal no daba crédito cuando recibió una factura de unos 1.300 euros por una estancia de tres semanas.
¿El motivo? El huésped se había montado una estación de