Desde muy temprano, “Drácula: Una historia de amor” (2025) muestra cuál es su mayor problema. Y no es solo la paleta de colores chillona o la puesta en escena de baratillo, más parecida a la estética de una película de televisión que el buen cine francés. En realidad, el punto más flojo es que Luc Besson — que también escribe el guion — parece que jamás leyó la novela . Algo que hace que encaje su adaptación en el género romántico, cuando la historia de Bram Stoker estaba más interesada en lo sobrenatural, la violencia y las turbulencias del espíritu de su época.
Por supuesto, el punto de Besson no es original, como tampoco lo es casi nada en la película. Es evidente que el director adapta — o intenta hacerlo — la extraordinaria “Drácula de Bram Stoker”, dirigida por Francis Ford Coppol