La estabilidad económica no se rompe de un día para otro. Pero cuando confluyen algunas señales de fragilidad macro, tensión financiera, escándalos de corrupción y cierta desconexión política con la realidad, el equilibrio se vuelve precario. Eso es lo que está viviendo el gobierno de Javier Milei en estas últimas semanas.
Desde el frente económico, los signos de fatiga se acumulan. La actividad está estancada, con dos meses consecutivos de caída del EMAE, el cual se ubicó en junio cerca de un punto porcentual por debajo del arranque del año, y un patrón de recuperación que se parece más a una raíz cuadrada que a una “V”. Los indicadores de confianza –como el Índice de Confianza del Consumidor o el de Confianza en el Gobierno– muestran caídas preocupantes en agosto, aun cuando fueron rele