El Perú del siglo XVII era un crisol de ideas y fe. En ese contexto, emergió la figura de Santa Rosa de Lima , cuyo fervor religioso y pensamiento trascendieron la simple devoción para dialogar con las corrientes filosóficas de su época. Su vida, marcada por la penitencia y la mística, no fue un escape del mundo, sino una profunda inmersión en él, buscando la unión con Dios a través de un camino que resonaba con el neoplatonismo de la época.

La educación en esa Lima virreinal estaba fuertemente influenciada por la escolástica, una filosofía teológica que buscaba reconciliar la fe cristiana con la razón aristotélica. Santa Rosa, aunque sin estudios formales, absorbió este ambiente intelectual. Su búsqueda de la verdad y la perfección espiritual reflejaba, sin saberlo, los debates

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