La guerra híbrida, desatada por Estados Unidos para recuperar la primacía perdida, tiene uno de los focos prioritarios en América Latina y el Caribe. Sus máximas autoridades políticas y militares vienen insistiendo en la última década que no pueden aceptar de forma pasiva la cooperación entre lo que consideran su y la República Popular China. Esa decisión supone dos líneas de trabajo compartidas por el Departamento de Estado y el Pentágono. Por un lado, debilitar la cooperación entre Beijing y el Hemisferio Occidental y por el otro, amenazar y amedrentar en formato militar a quienes logren autonomizarse del control político ejercido por Washington: a mayor ejercicio de la soberanía asumida por un Estado de la región, mayor presión económica, comercial y diplomática. A mayor ejercicio de

See Full Page