En la segunda mitad del siglo XIX, Argentina experimentó un punto de inflexión que la llevó de la fragmentación, pobreza y barbarie al umbral de la modernidad en menos de 50 años. La victoria de Caseros en 1852 marcó el inicio de una nueva arquitectura institucional y económica que, en pocos años, transformó un territorio periférico en una de las economías más dinámicas del mundo.
Hoy, Argentina se encuentra nuevamente ante una encrucijada histórica de magnitud comparable: debe romper con un pasado que hipoteca su desarrollo.
A mediados del siglo XIX, el mundo vivía una mutación estructural sin precedentes. El surgimiento de la libra esterlina como moneda global, junto con la abolición de las Corn Laws que abrió el mercado británico a las materias primas, y el tratado Cobden-Chevalier