En vísperas del regreso a clases, el patio de Casa Refugiados es una algarabía. Niñas y niños de diferentes nacionalidades corren y gritan entre juegos. A pesar de las barreras del lenguaje, del miedo y el dolor de las historias que los preceden, en México los une la tranquilidad de saber que tendrán un futuro lejos de la violencia que los llevó a huir de sus países de origen.

Provenientes de países como Afganistán, Haití, Venezuela, Ecuador, Cuba y El Salvador, están aquí junto con sus madres y padres para participar en actividades artísticas y de integración, además de dar seguimiento a sus trámites de solicitud de refugio, resolver dudas legales o tomar sesión de apoyo psicológico, pero, sobre todo, vinieron a recibir donativos de útiles y uniformes escolares para el próximo ciclo esco

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