Una pesada carga extra recae desde esta semana sobre Lisa Cook, gobernadora de la Reserva Federal (Fed). De ella, de su rebelión contra el acoso de la Casa Blanca, depende algo que va mucho más allá de la política monetaria.
Su nombre se ha convertido esta semana en el de la resistencia ante el asalto del presidente Donald Trump a la independencia de la institución, algo que parecía sagrado. Ni siquiera Richard Nixon, el presidente más antisistema que había habido hasta la fecha, se atrevió a tanto.
“Esta no es una lucha por mi trabajo, sino por lo que es correcto”, dijo Cook.
Sin comerlo ni beberlo que se dice, la primera mujer negra que alcanzó este cargo en la historia de la institución, fundada en 1913, aparece en el centro de la diana de la aspiraciones de Trump, dispuesto a tomar