Los caminos del Señor son inescrutables, pero las sendas de la Vuelta conducen, irremediablemente, a la figura de Jonas Vingegaard . Se descorchó el danés en Valdezcaray entre un manto ceniciento y húmedo, un velo de neblina y lluvia.
Coleccionó su segunda victoria besando el anillo y abriendo los brazos en cruz después de crucificar a todos sus rivales en una montaña en la que nadie esperaba el levantamiento del danés, precavido en las jornadas anteriores entre cumbres.
Eligió Vingegaard un ataque inopinado, elevado a hombros por Jorgenson , para volcar la Vuelta muy a su favor.
Brindó una victoria estupenda en tierra de viñedos el danés, que subrayó la jerarquía que se le presupone en un puerto sereno.
“Me he sentido genial y en la última subida. Luego le he pedido al equipo que