Ser Homeport puede ser un salto de categoría para Mazatlán, pero la decisión no debe basarse en la euforia turística ni en los reflectores momentáneos. Requiere visión de largo plazo: apostar a la infraestructura, a la movilidad sustentable y a la calidad de vida de los habitantes.

En los pasillos del sector turístico local circula desde hace años una expectativa que ahora comienza a sonar con más fuerza: la posibilidad de que Mazatlán deje de ser sólo una escala en la ruta de cruceros y se convierta en Homeport, es decir, puerto de embarque y desembarque. La idea no es menor, cambiaría por completo la dinámica de la ciudad frente a este segmento de visitantes.

Las ventajas parecen obvias. Ser Homeport implicaría que miles de turistas no solo pasen unas horas recorriendo el malecón, visi

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