Cuando Hugo Aguilar Ortiz habla de su juventud en la mixteca oaxaqueña, su mirada se pierde en el recuerdo…“ahora me doy cuenta que fue una vida con carencias y alimentación limitada”, relata a modo de confesión. En aquella época él pensaba que toda la gente vivía así. “Es un ambiente en pobreza , pero con mucho amor también, eso tengo que decirlo”.
En su pueblo , San Agustín Tlacotepec -un municipio indígena de poco más de mil habitantes-, no había muchas opciones para los jóvenes que terminaban el bachillerato: o eran maestros, o emprendían un negocio en la región. Para hacer algo más tenían que irse lejos: a la capital a estudiar o a Estados Unidos a trabajar.
Yo regresé decepcionado de aquél primer viaje (a la ciudad de Oaxaca) porque no encontré escuela. Me acompañó mi