Que empresas tecnológicas estadounidenses como Apple fabricaran sus productos en China parecía hasta hace poco una jugada empresarial maestra.
La ecuación era sencilla: producir en China es más barato y, por ende, mayor es el margen de ganancia.
Pero, quizás sin darse cuenta, las empresas estadounidenses alimentaron por años a sus rivales del futuro.
Produciendo teléfonos móviles, vehículos eléctricos y un largo etcétera para compañías extranjeras, China fue desarrollando unas capacidades industriales, tecnológicas y humanas con las que hoy difícilmente cualquier otro país puede competir.
Si las empresas estadounidenses utilizaban a China para producir barato, China las estaba utilizando de vuelta para apuntalar su desarrollo tecnológico.
No fue casualidad. Kyle Chan, investigador pos