Lo que ocurre en Gaza no admite matices: es un genocidio en toda regla . Innegable, innegociable y totalmente irrefutable. Cientos de miles de personas sobreviven entre ruinas, bajo el fuego diario de bombardeos que han arrasado hospitales, escuelas y barrios enteros.
Familias aniquiladas, niños enterrados bajo los escombros y periodistas convertidos en objetivos militares. Y todo ello ante la pasividad —cuando no la complicidad— de los Estados, que prefieren mirar hacia otro lado. Por eso, cualquier gesto de ayuda humanitaria resulta urgente, bienvenido y necesario.
Sin embargo, una causa tan seria y tan dolorosa merece también un mínimo de seriedad. Y lo que vivimos este fin de semana en Barcelona, aunque nació de la buena intención, terminó desdibujándose. La Global Sumud Flo