Donald Trump desconoce lo que es el pudor. Por esa razón es capaz de ponerse ante las cámaras en el despacho oval con una gorra roja en la cabeza que lleva escrita la frase “Trump tenía razón en todo”. Un eslogan que, si lo hubiera creado alguien ajeno al despacho oval, resultaría una opinión babosa, pero si su redactor es el propio inquilino, constituye un ejercicio de megalomanía. Excesivo, incluso para alguien con un ego que no cabe en uno de sus campos de golf. Pero Trump ha venido al mundo para convertirse en el campeón de los narcisistas, en el héroe de los ególatras. Así que hace esfuerzos constantes para superarse a diario.
Cuando este agosto el presidente de EE.UU. recibió en la Casa Blanca a los líderes europeos junto con Volodímir Zelenski, fueron tratados más como pacientes en