Cuando en el Congreso LGTBI de 2007 se añadió por primera vez la letra B al nombre de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais y Transexuales, no fue solo una decisión política. Fue una grieta. Una grieta por la que, hoy, se cuelan miles de jóvenes –sobre todo mujeres– que proclaman en voz alta aquello que antes se susurraba o se callaba: “Soy bi ”.
Durante años, esa B fue una anomalía dentro del activismo. Invisibilizada fuera del colectivo y cuestionada dentro. Ni gay ni hetero. “Elige acera o te atropellan”, se decía a quienes se sentían así. Casi dos décadas después, esa letra marginada encabeza una tendencia que tiene poco de silenciosa. Es la que más crece entre las nuevas generaciones. Y son ellas, las mujeres jóvenes, quienes lideran este cambio.
Lo que antes se ocultaba ahora