Todos lo hemos experimentado: un aroma repentino que nos transporta, sin previo aviso, a la infancia, a la casa de los abuelos, al primer amor o a un momento lejano que parecía borrado de la memoria.

Este fenómeno, tan común como misterioso, tiene explicación científica. El olfato es el sentido más ligado a las emociones y la memoria, y guarda en su química una especie de biblioteca emocional invisible.

A diferencia de la vista o el oído, cuyas señales pasan por estaciones de procesamiento antes de llegar a la corteza cerebral, el olfato tiene una ruta privilegiada.

Los receptores nasales envían la información directamente al sistema límbico, donde se encuentran la amígdala y el hipocampo, responsables de las emociones y la memoria. Por eso, un aroma puede evocar recuerdos con una inten

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