Dice el artista Miquel Aparici (Barcelona, 1963) que su taller es algo así como una ventana a su cerebro. Un pequeño zoo de animales de chatarra integrado por perros, un cangrejo, un escorpión o un oso perezoso son la primera imagen con la que se encuentra cualquier persona que visite al reputado escultor en el estudio que tiene en lo alto del Edifici Freixas en la localidad barcelonesa de L’Hospitalet de Llobregat . Un pequeño rincón del que hace ya 20 años que nacen obras que migran a todos los rincones del mundo.
Donde otros ven chatarra, él ve todo un mundo de posibilidades. En sus manos, una tuerca vieja puede terminar convertida en parte de un león o de un rinoceronte. Nueva York, Estambul, Copenhague, Viena o Milán son algunas de las ciudades por las que los trabajos del