Está sobre el cabecero de la cama de un piso turístico con muebles de Ikea. En letras mayúsculas de madera, pone: Paris, y debajo London, y debajo Stokholm, y debajo Amsterdam, y debajo Berlin. Aparecerá en las fotos que los visitantes hagan del dormitorio. También aparecerá en su Instagram con la ubicación de una de esas capitales de moda en las que duermen quienes adoran viajar y, sobre todo, adoran publicitarlo.
La plataforma Airbnb se dio a conocer como la oportunidad de alojarte en casas de verdad donde vive gente del lugar. Y ha acabado despersonalizando, no solo esas casas, sino también las ciudades, convirtiéndolas en grandes hoteles boutique con todos los lujos y servicios para quien pueda pagarlos. Ciudades por las que pasar –caso de los cruceros– o en las que estar desde un fin