Afrontar la pérdida de un ser querido es una de las experiencias más duras que puede atravesar una persona. El dolor emocional se combina con un cúmulo de responsabilidades que llegan en un momento de gran fragilidad. Los recuerdos, el vacío y la tristeza se suman a una realidad que no se detiene. Mientras la familia intenta asumir la ausencia, surgen deberes legales que exigen decisiones rápidas y trámites ineludibles. La muerte no solo deja un hueco sentimental sino también una serie de asuntos pendientes que requieren orden y claridad, además de unos plazos determinados a seguir que son muy exigentes y no entienden de piedad .
Entre los procesos más complejos se encuentra el reparto del patrimonio del fallecido. Lo que podría parecer un procedimiento sencillo suele convertirse en una