El amor, la vocación del ser humano a dedicar a otros todas las posibilidades y potencias de su ser, es frecuentemente concebido como un ente psicológico o espiritual, una especie de triunfo sobre lo que nos constituye físicamente: las moléculas, lo que tenemos en común con el agua, las rocas y las estrellas.

¿Pero es posible que los mecanismos del amor se enraícen en el mundo material? ¿El ritmo de los poemas y la fecunda sucesión de las notas en las melodías de amor han sido dictadas por electrones, protones y neutrones?

La atracción física y el amor son fuerzas poderosas, nos atraen como el magnetismo, como la gravedad. ¿Acaso es posible comprenderlas? ¿Es posible controlarlas?

Para entender lo que pasa en nosotros, es preciso saber lo que somos, los fundamentos que nos constituyen;

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