La realidad es más extensa que nuestra capacidad biológica para capturar, memorizar y procesar sus datos; más incierta que nuestras habilidades predictivas; más compleja que nuestras capacidades perceptuales; y más azarosa que nuestra comprensión inicial. Vivimos en un mundo que desborda nuestras herramientas cognitivas, y, sin embargo, hemos sobrevivido.

Nuestros ancestros tuvieron que arreglárselas para prosperar en un entorno hostil, donde competían rudamente por los frutos de los árboles, evolucionaban hacia la ingesta de proteínas animales —primero de los despojos, luego mediante la caza y la pesca— y memorizaban los ciclos estacionales de las plantas, las lluvias y las migraciones de los animales de presa. Todo esto para anticipar las mejores oportunidades y aprovecharlas antes que

See Full Page