Tranquilo, creativo y familiar. Así es Marcelino Díaz, un hombre curioso por la cultura, el arte y, sobre todo, apasionado del mundo vitivinícola desde pequeño. “Como hijo de viticultor y bodeguero, pues desde muy joven, desde que tengo uso de razón, he estado en contacto con la vid y el vino”.

Y a eso se dedicó. A comienzos de los años 80 elaboró sus primeros vinos de calidad bajo la marca Lar de Barros. Pero no se conformó. En 1982, durante un viaje a Zaragoza con Aniceto Mesías, surgió una idea que les rondaba la cabeza: “¿Por qué no hacer cava? Podíamos hacerlo porque teníamos la variedad macabeo, teníamos bodega y teníamos, por nuestras titulaciones, los conocimientos para hacerlo”.

Y lo hicieron. En diciembre de 1983, descorcharon la primera botella de cava de Almendralejo.

Tres a

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