Los últimos días de agosto vienen marcados en el calendario de los aficionados al flamenco con una cita muy especial. Marcados en rojo, como el pañuelo que se le impone a cada artista participante en el festival Flamenco On Fire, que convierte a Pamplona, por unos días, en capital del cante, el baile y la guitarra. Ya van doce ediciones. Sus auditorios, centros culturales, salas alternativas, teatros, plazas, balcones, tablaos y hasta algún frontón de pelota vasca, sirven de escenario para un buen número de actividades que componen una programación llena de talento, enjundia y variedad. El público refrenda esa selección llenando los eventos allá donde se realicen y mostrando un entusiasmo que es la mejor noticia que puede darse.

El flamenco sigue vivo, bien vivo, cuenta con una generación

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