A ocho kilómetros de meta, cuando toda la tensión debía estar en la carrera, la agitación estaba en la línea de meta. La Gran Vía estaba tomada por la Ertzaintza. De poco servía lo que ocurría en Pike Bidea, donde se vio la primera debilidad de Jonas Vingegaard. Las cámaras enfocaban los que debían ser los últimos metros de la gran fiesta de Bilbao. La esperada gran jornada de ciclismo quedó empañada. A tres de meta, en el descenso hacia el barrio de San Ignacio, la organización quitó la música. Todos a los autobuses. Sin podio ni ganador. Sin ciclismo.
Los ciclistas fueron los primeros en sentir la gresca. De salida, verbalizaron su preocupación por su seguridad. En la jornada anterior, Simone Petilli sufrió una caída por una protesta en Navarra. En Bilbao y en toda Bizkaia también se es