La pérdida de un ser querido es, sin duda, una de las experiencias más dolorosas que podemos enfrentar y cuando ocurre de forma inesperada, sin la oportunidad de un adiós, el shock es inmenso. El cerebro tiene dificultades para procesar una realidad tan abrupta, y es común sentir que estamos en una pesadilla de la que pronto vamos a despertar.

En el duelo por una muerte repentina, el dolor se mezcla con un torbellino de emociones: negación, shock, confusión, y una culpa abrumadora.

El fantasma de la culpa: “Si tan solo…”

Es muy probable que te encuentres reviviendo cada momento previo a la pérdida, buscando una señal, una forma de haberlo evitado. “Si tan solo le hubiera dicho que lo amaba”, “si tan solo hubiera insistido en que fuera al médico”, “si tan solo le hubiera hecho esa llamad

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