El 7 de junio ocurrió el atentado contra Miguel Uribe Turbay. El senador falleció dos meses después, el 11 de agosto. El magnicidio de un precandidato presidencial puso a la sociedad frente a sus peores fantasmas, evocando temores y la aprehensión de volver a la época del terrorismo sin control. Se le llamaba “Estado fallido”. El homicidio de un candidato era noticia frecuente; el secuestro de un ciudadano, un hecho casi rutinario.
Tal vez el Estado colombiano no sea fallido hoy, pero la paz prometida en el acuerdo de 2016 no se ha cumplido, ni total ni parcialmente. La justicia transicional no está pensada para reinsertar narcotraficantes a la vida política, así proclamen ser “guerrilleros revolucionarios”. En consecuencia, el país es más inseguro desde entonces. El asesinato de un senad