JALALABAD.- El devastador sismo que sacudió Afganistán el pasado domingo ha dejado un saldo trágico de más de 2.200 muertos, según un portavoz del gobierno talibán. El terremoto, de magnitud 6.0, golpeó la región montañosa del este del país, arrasando aldeas y atrapando a muchas personas bajo los escombros. La mayoría de las víctimas se encuentran en la provincia de Kunar, donde el 98% de los edificios han sido dañados o destruidos, según la organización benéfica Islamic Relief.
Las operaciones de búsqueda y rescate continúan, aunque las autoridades enfrentan dificultades debido al terreno accidentado. Hamdullah Fitrat, portavoz talibán, informó que se han movilizado helicópteros y comandos militares para ayudar a los sobrevivientes. Sin embargo, el impacto de los recortes presupuestarios ha limitado la capacidad de respuesta de las agencias de ayuda. El Consejo Noruego para los Refugiados ha reducido su personal de 1.100 a menos de 450 empleados en Afganistán desde el último gran terremoto en 2023.
"Necesitaremos comprar artículos una vez que obtengamos el financiamiento, pero esto podría llevarnos semanas y la gente necesita ayuda ahora", declaró Maisam Shafiey, asesor de comunicaciones y defensa del Consejo en Afganistán. Actualmente, solo cuentan con 100.000 dólares para apoyar los esfuerzos de atención a emergencias, lo que representa un déficit inmediato de 1.9 millones de dólares.
El jueves, un nuevo sismo de magnitud 6.2 se registró en la misma zona, complicando aún más la situación. Las autoridades han instalado tiendas de campaña para las familias desplazadas y están distribuyendo asistencia humanitaria. Sin embargo, la llegada de ayuda es crítica, ya que muchas personas han perdido todo.
El médico Shamshair Khan, que atiende a los heridos en un campamento de la ONU, expresó su preocupación por la falta de recursos. "Estas personas necesitan más medicinas y tiendas. Necesitan comida y agua potable. Estas personas viven bajo gran dolor", lamentó. La situación en Afganistán se agrava, ya que el país ya enfrentaba crisis humanitarias previas, incluyendo el impacto del cambio climático y una economía debilitada.