En el corazón de Caxias do Sul, una ciudad serena en la Serra Gaúcha de Brasil, un aula de preescolar se convirtió en escenario de una pesadilla que ha sacudido a la nación. El 18 de agosto pasado, Leonice Batista dos Santos, una profesora de 49 años con seis años de experiencia en la Escuela Infantil Xodó da Vovó, levantó una pila de libros no para enseñar, sino para infligir dolor. Su víctima: un niño de apenas cuatro años, cuya risa infantil se transformó en llanto de terror ante los ojos aterrorizados de sus compañeros.
Este acto de brutalidad, capturado por cámaras de seguridad, no sólo dejó al pequeño con un diente perdido y seis más en riesgo de caer, sino que expuso las grietas profundas en el sistema educativo, donde la vulnerabilidad de los niños debería ser sagrada.
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