Martín Vizcarra carga con graves acusaciones de corrupción que siguen su curso judicial y deberían concluir pronto. Su reciente liberación, ordenada por la Tercera Sala Penal Nacional el 3 de septiembre, ha desatado una oleada de reacciones que reflejan, una vez más, la profunda fractura entre el discurso del status quo peruano y el sentir popular.

Mientras los sectores más tradicionales de la élite política intentan capitalizar las serias acusaciones de corrupción para deslegitimar al exmandatario, hay otras voces que revelan un apoyo persistente entre sectores populares, que ven en Vizcarra no solo un símbolo de resistencia, sino una figura que conecta con sus aspiraciones de cambio frente a un establishment distante. Esto puede deberse a la identificación como alguien que se atrevió a

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