La visita de Marco Rubio fue un teatro diplomático; vino a ofrecer cooperación contra los cárteles mientras casi discretamente agitaba el monigote de los aranceles. Aplaudió, eso sí, al gobierno mexicano como el más colaborador en décadas, pero no vino tanto a dialogar como a dictar un agenda: frenar fentanilo a cambio de no castigar con tarifas. Entre apretones de manos y discursos diplomaticos quedó claro que el libre comercio y la seguridad no se negocian en pie de igualdad, sino bajo la sombra de un vecino que siempre cobra más caro de lo que da. Y mientras México resiste y reencauza las presiones del norte, en casa hay quien quiere también dictar condiciones: Ricardo Salinas Pliego.

En una entrevista con Código Magenta, el empresario dejó la puerta entreabierta: “No es algo que yo es

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