En aquel viejo bus de trazos blanco con negro, como muchos más que eran de colores de esta y otras empresas de transporte circulando en Cali, en las décadas de los 80 y los 90, todo un arco iris sobre ruedas, Angelmiro Pulgarín Correa sonreía porque revivía su infancia.
El caldense, de 62 años y próximo a su jubilación, se sentaba junto a la ventanilla o en el pasillo de ese bus cuando era alcanzado por el olor del tarrito rojo de vitaminas que su mamá ponía en la mesa, en una finca donde el papá de una familia de nueve hijos los sacaba adelante siendo mayordomo.
Angelmiro creció entre vacas, gallinas y animales del campo en esa montaña del municipio de su Pácora natal, en el norte de Caldas. Y todos los días, sin falta, antes de ir a estudiar en la escuela del pueblo, obedecía a la madr