El primero de septiembre, México ingresó a una nueva era en su historia judicial. Por primera vez, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) iniciará funciones con ministros “elegidos” en un supuesto proceso de votación “popular” organizado por la autoridad electoral.
Las comillas en las palabras “elegidos” y “popular” son obligadas, pues ni hubo realmente una elección ni esta fue popular. No solo participó un número pequeño de personas, sino que muchos de quienes lo hicieron fueron inducidos a votar en cierto sentido.
Por ello, el resultado fue el contrario a lo que teóricamente debería ser el de una verdadera elección: prácticamente todos los miembros de la nueva SCJN son leales al régimen gobernante. No solo eso: hemos visto a algunos de ellos decir abiertamente que son orgullo