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POR: EDUARDO VEGAZO MIOVICH

Todos los estudiantes quedamos desairados, desilusionados, sin saber a qué atinar, y más aún, sabiendo que, al día siguiente, entre las diez y once de la mañana, sería el momento del gran evento. No había más que resignarse.

Al siguiente día, todo el estudiantado acudió al colegio en el horario acostumbrado, pero con la diferencia de que todos ellos se encontraban en los exteriores del Colegio, ocupando la totalidad del parque «Simón Bolívar», previo al acceso, en espera de que se abra la puerta de ingreso al plantel. Habían llegado ya las ocho de la mañana, hora de ingreso, y la puerta permanecía cerrada. El trabajador auxiliar, nuestro amigo Francisco Fala, hacía lo posible para abrirla, sin resultado positivo.

Llegó el señor director y,

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