Acisclo Manzano me esperaba junto a la casa de piedra, bajo la primera ménsula de la solana magnífica. Era la primera vez que nos veíamos, aunque sí habíamos hablado telefónicamente en varias ocasiones, y quizá por eso, el escultor no salió a recibirme hasta la cancilla de hierro y aguardaba junto
Acisclo: entre Fidias y Mateo

54