En las últimas dos décadas el nuevo estatus de autogobierno vasco ha asomado esporádicamente en la vida y el debate político de Euskadi para convertirse en una cuestión principal de la agenda política y mediática. Su presencia ha sido en ocasiones intensa y duradera y ha provocado encendidos y sesudos debates parlamentarios, jurídicos y académicos, pero nunca ha llegado a cristalizar en un texto estatutario consensuado que reemplace al vigente Estatuto de Gernika que el próximo octubre cumplirá 46 años. El nuevo estatus no ha encontrado la vía para salir de la rotonda en la que sigue dando vueltas y de la que cuando ha logrado esquivarla ha entrado en un callejón sin salida. La tarea se antoja difícil pero los partidos parecen dispuestos a demostrar la cuadratura del círculo y p

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