La única vez que conversé con Javier Milei, un año antes de las elecciones que lo llevarían a la presidencia, comprobé, sin dudas, lo que se decía de él: profesa un completo desprecio por la política, debido a un mix de desinterés profesional y odio a esa profesión. En la charla se mencionó que entre las mujeres su imagen era menos favorable que entre los varones, probablemente por su estilo agresivo, con un tinte machista evidente. Si lo atenuaras, sostuve, podrías lograr una distribución más homogénea de apoyos, no solo en materia de género sino también de edad y nivel educativo. Le dije que esa era la fórmula que había llevado al éxito a muchos líderes: ser un candidato catch all, llegar a todos. Para mi sorpresa, Milei me preguntó qué significaba esa expresión. Ahí me di cuenta de que
Delegación fatal

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