La sociedad del rendimiento ha conseguido algo que se nos antojaba por completo impensable: convertir a la política en objeto de desprecio universal y esto, en gran medida, porque el sujeto autoproducido que es signo de nuestros tiempos experimenta cualquier forma de mediación comunitaria como obstáculo para su performance individual, una profunda aversión hacia lo político que no es casual en absoluto, sino que responde a una lógica sistémica que anhela la despolitización radical de la existencia.
Aristóteles definía al ser humano como zoon politikon, animal político por naturaleza y, de hecho, la política no era para los griegos una actividad profesional, sino la condición misma de la humanidad plena. Así, en la polis se realizaba la excelencia humana, la areté, mediante el ejercicio de