En la capilla donde suena “La maldita primavera”, todo es contradicción: un rito breve para una guerra larga, miedo que consuela y un cartón frágil que pesa como una vida

Aquí vienen los que están totalmente destrozados. Los que perdieron la fuerza de voluntad y despedazaron la tranquilidad de la familia. Llegan con prisa contenida y la mirada hacia abajo, como si la vergüenza y el cansancio hubieran pactado para sostener el paso.

Los trae el temor a lo divino representado en una imagen de la Virgen de Guadalupe impresa en un cartoncillo de 7.5 por 5 centímetros. A esa estampa —la que más tarde firmarán con su puño y letra— le apuestan para ser rescatados en minutos de esa vida de excesos a la que los empujaron las adicciones.

El cartón cabe en la cartera y en la palma; cabe bajo una

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