Podría Lisandro Aristimuño dejar de escribir canciones y, más allá de la sensible pérdida que sufriría la música argentina, sus recitales estarían repletos de delicadeza, amor y caramelo. El repertorio que consiguió en 20 años de carrera es tan potente, tan nutrido, que podría autosustentarse sin más renovación.
Pero el compositor patagónico es un incansable buscador de nuevos sonidos, un eterno expedicionario hacia la sonoridad suprema. Puede hacer canciones sencillas, acústicas, pero también puede vestirlas de ruiditos raros, arañazos electrónicos y audios de poesías, como “Mi cuerpo”, la belleza escrita por la rosarina Estela Figueroa que pasó en loop en la introducción de “Para vestirte hoy”.
En el recital que el sábado a la noche dio en el Cine Teatro -producción de Diego Sosa manag