𝘗𝘰𝘳: Alexander AFricano*

Los últimos días han dejado en Putumayo una cadena de hechos dolorosos que no pueden pasar inadvertidos: campesinos asesinados en sus viviendas, un mototaxista desaparecido y hallado muerto, ataques con sicarios en Puerto Asís, y un hecho aun por investigar: dos soldados que resultaron quemados en un operativo.

Son tragedias que reflejan cómo 𝙡𝙖 𝙫𝙞𝙤𝙡𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 𝙨𝙚 𝙢𝙪𝙡𝙩𝙞𝙥𝙡𝙞𝙘𝙖 𝙮 𝙖𝙢𝙚𝙣𝙖𝙯𝙖 𝙘𝙤𝙣 𝙣𝙤𝙧𝙢𝙖𝙡𝙞𝙯𝙖𝙧𝙨𝙚. Aquí ya no hay distinción entre campesinos, migrantes, trabajadores o uniformados: cualquiera puede ser víctima. El mayor riesgo es acostumbrarnos al horror, asumirlo como parte del paisaje y olvidar que cada vida perdida debería dolernos como propia.

Sin embargo, Putumayo no puede resignarse a contar muertos. Debe atre

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