Bajo una intensa luz naranja que salía de las vidrieras que el propio Gustavo Torner diseñó en la Catedral de Cuenca y donde plasmó la creación del ser humano, el artista recibía su último adiós con una misa y posterior cremación en la que más de un centenar de personas estuvieron presentes y en la que el templo se convirtió en el marco simbólico de su despedida.

A las seis en punto, cuando las campanas de Mangana doblaban en señal de luto, salía del coche fúnebre los restos mortales del artista, pasando hasta el interior de la Seo conquense, donde estaba una representación de la sociedad civil con el vicepresidente de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro; el consejero de Cultura, Amador Pastor; el alcalde, Darío Dolz; la vicepresidenta segunda de la Diputación y Diputada de Cu

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