Tres días antes de morir, Armando, 56 años, subió a su muro de Facebook una colección de fotos en la playa con su esposa, sus dos hijos y dos nietos. En algunas se le ve bebiendo cerveza dispensada en una jarra de medio litro con un grupo de amigos. No podía saber, desde luego, que 72 horas después fallecería en su casa ubicada en la barriada de Luyanó, al sur de La Habana.
Cuenta la esposa “que padecía de diabetes e hipertensión. Además de tener el hígado graso y otros achaques típicos de las personas que no tienen una alimentación sana y balanceada. Esa noche se insultó muchísimo por un apagón que duró nueve horas. Llamaba a la empresa eléctrica y nadie levantaba el teléfono. Traté de calmarlo, pero el cogía demasiada lucha con los problemas que se viven en Cuba”.
Al menos no sufrió. S