A fines del siglo XIX, sacarse una fotografía era una experiencia milagrosa. En la actualidad, posar frente a cámara y producir una imagen constituye a menudo un acto irrelevante adosado al no menos insignificante narcisismo.
En las primeras fotografías, el retratado descubría algo de sí; sucede exactamente lo opuesto en el presente: la imagen debe coincidir con el ideal que se tiene de sí. De fallar, se hace otra, y si la realidad se empecina en desmentir el ideal existe una aplicación para satisfacer el deseo.
Hay una escena en Godland: entre el cielo y la tierra (programada en el Cineclub Municipal Hugo del Carril, bulevar San Juan 49, desde hoy y hasta el miércoles; chequear horarios en sitio oficial) en la que un fotógrafo y la mujer de su foto observan el instante en que el revelad