Cualquiera que le eche un vistazo, aunque sea superficial, a la enrevesada cuestión del traslado de la deuda autonómica –los términos condonación o quita no dejan deja de ser pamemas del lenguaje político– sabe que estamos ante el pago por parte de Pedro Sánchez del enésimo trágala que le imponen los nacionalistas catalanes para mantenerlo en el poder. Ni más ni menos. Y sabe igual de bien que el sobreendeudamiento catalán, que esta chusca operación trata de resolver, está directamente relacionado con el gasto excesivo en el que incurrió la Generalitat separatista para pagar los excesos de intento de golpe de 2017. El hecho de que la medida se le haya ofrecido al resto de las comunidades autónomas es una torpe cortina de humo que trata de ocultar, de mala manera, este nuevo desafuero.

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