Por las playas del puerto de Acapulco ya no sólo se escucha el sonido del mar, una nueva figura ha tomado protagonismo en la arena: los bocineros , personas que rentan bocinas a los turistas . La competencia por ser escuchado se vuelve una batalla sonora que ha provocado incomodidad entre visitantes y residentes.

“Yo paso, me voy dando la vuelta y ya ellos me preguntan: ‘Oye, ¿de cómo la hora?’”, relata Arturo, un bocinero que lleva tiempo trabajando en las playas del puerto. “Sale en cien pesos la hora, le digo que se conecte al Bluetooth y ya yo regreso hasta que se acabe la hora”. El negocio es informal, rápido y lucrativo , pero también ruidoso y sin regulación alguna.

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Para algunos turistas, la música

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